Un nuevo episodio de tensión diplomática se desarrolla entre Estados Unidos y Colombia, luego de que una acción militar norteamericana en alta mar, en el Océano Pacífico, intensificara el ya complicado panorama de las relaciones bilaterales.
El dragado de enfrentamientos verbales entre el presidente colombiano, Gustavo Petro, y el mandatario estadounidense, Donald Trump, se ha vuelto notorio: las acusaciones cruzadas ya incluyen referencias a delitos graves e incluso epítetos hirientes. De hecho, altos funcionarios de la Casa Blanca no han vacilado en calificar al presidente de Colombia como una persona que “no está bien”.
La controversia estalló después de que las fuerzas estadounidenses efectuaran un operativo sobre una lancha sospechosa de tráfico marítimo de drogas. Tras abrir fuego, el Marco Rubio —secretario de Estado estadounidense— compareció ante los medios y lanzó duras palabras contra Petro. En la rueda de prensa, se refirió al presidente colombiano como un “lunático” y añadió que, a pesar del respaldo de Washington a las fuerzas militares y policiales colombianas, el jefe de Estado “no está bien”.
Rubio afirmó en su intervención: “El único problema en Colombia es un lunático, ese tipo es un lunático. Es un lunático y no está bien. Y todo el mundo lo sabe. Es muy impopular en Colombia. No sé si han visto que hoy el Congreso colombiano ha votado —creo que por 72 votos contra 20— designar al régimen venezolano como organización narcoterrorista. Esto solo demuestra que es una pena que el pueblo colombiano tenga que lidiar con este tipo hasta mayo del año que viene.”
Este episodio abre un nuevo capítulo en la diplomacia entre los dos países hipervigilados por la revolución del tráfico de estupefacientes y las políticas de cooperación en seguridad. El cuestionamiento explícito a la figura presidencial colombiana no solo pone sobre la mesa la fragilidad del escenario político interno en Colombia, sino también la profundidad del desencuentro institucional entre Bogotá y Washington.


