Este martes se cumplen dos años desde que el 7 de octubre de 2023 el grupo Hamás lanzó un ataque sorpresa contra Israel, desatando un conflicto cuya magnitud humanitaria, material y política continúa siendo enorme, sin señales claras de resolución. Desde entonces, la guerra ha dejado una huella profunda tanto en el territorio palestino como en la región en general, con consecuencias devastadoras que persisten hasta hoy.
Las autoridades sanitarias de Gaza reportan más de 67,000 muertes palestinas, de las cuales cerca del 30 % son niños, lo que equivale a más de 20,000 menores fallecidos. Los heridos superan los 169,000, muchos de ellos con lesiones permanentes. En el lado israelí, han muerto alrededor de 1,665 personas, incluidos soldados y civiles, según informes de agencias internacionales como Reuters y AP.
La guerra ha provocado también un desplazamiento masivo sin precedentes. Se estima que 2.1 millones de personas han sido desplazadas dentro de la Franja de Gaza, muchas de ellas más de una vez debido a los constantes bombardeos. Entre el 80 % y el 90 % de las viviendas han sido dañadas o destruidas, dejando a miles de familias sin refugio. Las escuelas, hospitales y servicios básicos se encuentran gravemente afectados, con solo un número reducido de centros de salud aún en funcionamiento, según The Guardian.
Crisis humanitaria: hambre, salud y supervivencia
Un bloqueo total de suministros esenciales, implementado entre marzo y mayo de 2025, agravó la escasez de alimentos, medicinas y combustible. Hay informes de hambruna declarada en algunas zonas del norte de Gaza, con un número creciente de muertes relacionadas con la desnutrición. El sistema de salud se encuentra al borde del colapso: escasean los anestésicos, los medicamentos básicos y los insumos de emergencia. Muchas instalaciones han cerrado o funcionan de forma precaria, y los traslados de pacientes se han vuelto casi imposibles, según datos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA).
En el ámbito político, las acusaciones de crímenes de guerra y genocidio ante organismos internacionales se han multiplicado. Diversos grupos de derechos humanos y organismos de la ONU han advertido que la escala de los daños y la alta proporción de víctimas civiles podrían constituir violaciones graves al derecho internacional. Israel, por su parte, sostiene que sus acciones tienen como objetivo eliminar a Hamás y liberar a los rehenes tomados en el ataque inicial, rechazando las acusaciones de genocidio.
A nivel diplomático, países como Egipto y Catar han intentado mediar entre ambas partes, con apoyo de potencias internacionales, pero los esfuerzos por alcanzar un alto al fuego sostenible han resultado frágiles e insuficientes. Dos años después del inicio del conflicto, Gaza continúa sumida en una crisis humanitaria sin precedentes, mientras el mundo observa con preocupación cómo una generación entera crece entre los escombros y la incertidumbre.


