“Tajamares de Bocas de Ceniza, cuchilladas del río sobre el mar, al Caribe Central Colombianiza su robusta actitud de navegar”, reza el himno de Barranquilla que sigue pisando duro en su afán de prosperar.
Esos tajamares hoy presentan señales de erosión, por lo que se hace necesario de manera urgente, que el costo de su reparación sea incluido en el presupuesto general de la nación.
El porqué de la urgencia, debe sustentarlo Cormagdalena, la entidad encargada de mantener entre otras funciones la navegalidad del río Magdalena.
Es que los tajamares fueron construidos hace alrededor de cien años, para lograr que la fuerza de la corriente con sus cuchilladas permitieran un buen calado para navegar, removiendo todo el sedimento que en Bocas de Ceniza se tiende acumular; el que con dragas mecánicas además hay que completar para conseguir el calado ideal y los buques al puerto puedan ingresar.
Pero la corriente del río, así como a sus riberas tiende a erosionar, a los tajamares también alcanza afectar por lo que se hace necesario un mantenimiento preventivo y ahora correctivo para asegurar su confiabilidad.
En estos momentos se observa que las rocas que conforman el espolón occidental, aparentemente superficial, se han debilitado, que hasta los rieles del antiguo tren la corriente de agua ha destapado.
La situación actual del tajamar de Bocas de Ceniza debe interpretarse como una alarma para que se revise a fondo su condición estructural, antes que del todo se llegare a fracturar y entonces sería una gran calamidad regional.
Habrían consecuencias que intuitivamente se pueden considerar, como la sedimentación que disminuiría el calado para los buques que entonces no podrían llegar hasta el puerto atracar, y pérdidas económicas significativas para las empresas ligadas podrían generar.
También podría alterar el equilibrio natural del ecosistema, afectando la flora y fauna local.
La desembocadura del río Magdalena es un punto crítico para muchas especies, por lo que cualquier cambio podría también tener efectos negativos en la biodiversidad.
Entonces surgen las siguientes preguntas por parte de la comunidad:
- ¿Realmente existen en Colombia especialistas que investigan y hacen seguimiento al comportamiento hidrológico y la influencia de los ríos y en especial el Magdalena en su ecosistema socio-natural?
- ¿Los deterioros y socavaciones detectados en el espolón son solo un riesgo para la navegación fluvial?
- ¿Existe algún estudio con análisis de riesgos, sobre el posible impacto del caudal del río en las comunidades aledañas a Bocas de Ceniza, en el caso de una fractura mayor del tajamar?
- ¿Se afectarían de alguna manera los recientes proyectos realizados en Puerto Mocho y Mallorquín, entre otros más?
- ¿Qué se podría considerar en cuanto a la expresión metafórica “el mar cobra lo que fue suyo, ahora que estamos mostrando por ese sector nuevos sitios de recreación con orgullo”?
- ¿Podría el mar, a través del oleaje y las mareas, erosionar la costa para bien o mal, reclamando las tierras que han sido invadidas, retrocediendo en su línea de costa y recuperar su espacio natural original?
En conclusión, en este asunto sobre el tajamar, puede haber mucha tela por cortar; por lo que se espera una actitud diligente del gobierno, para con una propuesta técnica y científica bien sustentada de nuestra parte, lograr que el daño detectado, rápidamente se pueda arreglar.
Ojalá que del gobierno central se haga la mejor voluntad, y que otro golpe bajo no nos vaya a dar, porque entonces harina por otro costal tendremos que buscar, tal vez mancomunados con el sector empresarial.
Entonces Cormagdalena que se ponga las pilas para que el “baile del indio” no sea lo que se destaque en nuestro permanente político carnaval, y la navegación hacia el puerto no se vaya a afectar y Barranquilla continúe siendo “próspera, prócera e inmortal”, mientras pensamos en el puerto de aguas profundas que hemos soñado y que sería lo ideal.
Por:
José R. Múnera N.