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Joselito en la Pandemia

RedacciónPor: Redacción
20 enero, 2025
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Historia carnestoléndica para recordar:

Era un martes de Carnaval y todos lo daban por muerto; cuando por tanto lloriqueo y zarandeo, de las viudas alegres y amigos alcohólicos fieles; de un profundo sueño, producto de tronco ‘e borrachera el hombre logra despertar; pero solo para decir, que no lo jodieran más, que él estaba vivito y culeando; y que necesitaba descansar.

Que por favor lo dejaran reposar más, porque el miércoles,-día siguiente- bien temprano iba a viajar y en un avión a “deculiar”; después que en la frente, con la cruz de Ceniza, el cura Cirilo lo pudiera santiguar.

Y así fué, dijo su amiga Chabela Panti Roja, una española cantante de piernas flojas, que lo quería tener allá, para satisfacer su curiosa fantasía sexual.

Estuvieron paseando por Europa, y luego hasta la China y Cochinchina pudieron llegar, cuando fueron sorprendidos por un virus, que unos chinos cochinos, habían dejado escapar.

Desde entonces de Joselito no se había sabido más nada, solo que en un vuelo humanitario, en un ataúd solitario, y antes de embarcar , lo habian tenido en la embajada.

Que por ser un personaje importante reconocido por la Unesco, lo exhoneraron de una cremada, y que además ya su esencia viril, oral y material, por parte de la amiga española, había sido descremada.

Todos lo retornados a Colombia desde ese continente, llegaron bien forrados; los vivos con mascarillas, y los muertos embalsamados.

No se supo si Joselito llegó por Bogotá o por otro lado; pero por donde quiera que haya llegado, lo hubieran identificado.

No tanto por la nariz ni las orejas grandes, porque en el ataúd las hubieran acomodado; pero sí por el bastón de mando, que por el priapismo siempre tenía levantado, y el cajón con una pirámide encima, lo hubiera delatado.

El pueblo barranquillero andaba confundido y desesperado, porque creía que a Joselito, la maldita pandemia lo había matado.

Creían que definitivamente al carnaval de Barranquilla no volvería, y que por su ausencia sería una monotonía, porque Joselito era el encargado de con su estilo y gracia aportar la alegría.

Las mujeres lo extrañarian, porque ahora no tendrían a nadie como él, con quien gozar de noche ni de día.

Los cabezones de la cafetería, por incomodidad las molestarían, y los diablos arlequines con el fuego las quemarían.

Los negritos embetunados las ensuciarían.

Los garabatos con su gancho, y brinquito barato, las aburrirían.

Los cumbiamberos raspando suelo, sin zapato las dejarían.

Las farotas con su estilo raro y amanerado, -como del otro lado-, las confundirían.

Pero Joselito, con su cara de marimonda, su tronco ‘e nariz y estilo varonil, las enloquecería. Al bailar las excitaria, y con toda seguridad, por las noche, las clavaria, y al día siguiente las safaría.

Cuando parecía que sobre el carnaval todo estaba consumido y consumado, y cada quien con su amada, o con su amado; estando el pueblo adolorido y enlutado, porque la pandemia aún no se había terminado y a mucha gente se había llevado; aparece la noticia de que habría un carnaval, pero que sería virtual, con protocolos de sanidad, pero bien controlados.

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Se decía que el Rey Momo podría ser, el mismo del año pasado, lo que en la lectura del bando sería confirmado; también que, Joselito no había muerto, que había resucitado.

Que no lo reconocerían, porque con mascarilla estaría disfrazado; depronto las mujeres y los maricas sí lo notarían, al observar sus tremendas orejas y moco prolongado; que al medio rozárselo inmediatamente se le hubiera levantado.

Unas se orinarían, y otras la habrían embarrado, tanto en los barrios de arriba, como en el barrio abajo.

Esto pasó en Barranquilla, y no fué cualquier cosa.

Así fué el carnaval virtual de la arenosa, donde como siempre, quien lo vive es quien lo goza.

Y como dijera una morena jacarandosa, “Vaya que vida más sabrosa”.

Por
José R. Múnera N.

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