Cada año, millones de personas alrededor del mundo detienen sus rutinas cotidianas para recordar un día clave dentro del calendario cristiano: el Viernes Santo. Esta fecha, que forma parte de la Semana Santa, es una de las más solemnes para los creyentes, ya que conmemora la crucifixión y muerte de Jesucristo en el Monte Calvario. Aunque se trata de una jornada cargada de tristeza y reflexión, también es vista como un acto de amor supremo, en el que, según la fe cristiana, Jesús entrega su vida por la salvación de la humanidad.
El origen del Viernes Santo se remonta a los primeros siglos del cristianismo, cuando las primeras comunidades comenzaron a recordar de forma litúrgica la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Aunque al inicio no existía una fecha específica, con el paso del tiempo la Iglesia estableció el Viernes previo al Domingo de Resurrección como el día para recordar la crucifixión. Esta fecha varía cada año, ya que depende del calendario lunar y se celebra el primer viernes después de la primera luna llena de primavera.
Para quienes no están familiarizados con la tradición, el Viernes Santo no es una fiesta en el sentido tradicional. No hay música, no hay bailes ni se organizan celebraciones alegres. Es un día de recogimiento espiritual, de ayuno y oración, en el que se invita a los fieles a reflexionar sobre el sufrimiento de Jesús y el significado de su sacrificio. Muchas iglesias en todo el mundo realizan Vía Crucis, representaciones de la Pasión y lecturas bíblicas que narran los últimos momentos de Cristo.
En la tradición católica, el color litúrgico del día es el rojo, símbolo del martirio y la sangre derramada. Las campanas guardan silencio, los altares se presentan desnudos, sin adornos, y no se celebra la misa como de costumbre. En lugar de eso, se lleva a cabo la Liturgia de la Pasión del Señor, que incluye la lectura del Evangelio, la adoración de la cruz y la distribución de la comunión con hostias consagradas el día anterior, en Jueves Santo.
El Viernes Santo también tiene un fuerte componente cultural. En muchos países de América Latina y Europa, se realizan procesiones multitudinarias en las que imágenes religiosas son llevadas por las calles en medio del silencio y la devoción. En algunas regiones de Colombia, por ejemplo, es común ver dramatizaciones en vivo de la crucifixión, que combinan fervor religioso con manifestaciones artísticas y comunitarias.
Aunque su origen es profundamente religioso, el Viernes Santo puede tener también una dimensión más universal. Más allá de las creencias, este día invita a la reflexión sobre el sufrimiento humano, la injusticia, la entrega por los demás y la esperanza de una vida mejor. En medio de un mundo acelerado, detenerse a pensar en estos valores puede ser también un acto transformador.
En definitiva, el Viernes Santo es mucho más que un día sin trabajo o sin actividades normales. Es una fecha cargada de significado para quienes profesan la fe cristiana, pero también una oportunidad para todos de pensar en el sacrificio, el perdón y la posibilidad de renacer desde lo más profundo.