“La Troja es el mejor referente de la salsa en Barranquilla”. Con estas palabras define Edwin Madera, su orgulloso propietario, al recinto salsero por excelencia de ‘Curramba’.
No se equivoca. Cada fin de semana, más de 2000 almas se agolpan al son de la guaracha cubana y demás acordes caribeños para rememorar las glorias de antaño nacidas del genio prodigioso de los inspirados creadores del mar de las Antillas.
Fue fundada el 26 de febrero del año 1966, fecha que reza en una placa de cemento localizada en el que fuera su primer establecimiento –aledaño al parque Suri Salcedo-, donde comenzó como un kiosco de comidas y ‘mecatos’ a cargo de Zunilda Velásquez de Madera.
El génesis de la salsa aguarda en la colosal colección de más de diez mil discos de vinilo, conservados en el tiempo por el quehacer constante de una vida dedicada por completo a ellos. Además de los long play del ayer, cerca de 2 mil 500 CD´s alternan las tandas clásicas con las melodías actuales.
En esquina de la carrera 44 con calle 74, se congregan jóvenes y viejos, propios y foráneos, para sumergirse el delite colectivo más emblemático de la ciudad. La Troja es pura vida. Más que una institución, es todo un movimiento.
“Fue en el precarnaval de 1966 cuando comenzó la historia de La Troja, este emblemático lugar, no solo de Barranquilla sino del Caribe colombiano, declarado Patrimonio Cultural de la ciudad. Ese año, un grupo de jóvenes de la clase alta barranquillera, cansados de la decadencia en que estaban los tradicionales night clubs del barrio La Ceiba, como el Place Pigalle, El Palo de Oro, La Charanga y El Molino Rojo, entre otros, donde hasta entonces se divertían, decidieron rumbearse las fiestas en una especie de choza ubicada en un altillo, en la carrera 46, entre calles 70 y 72, en inmediaciones de los tradicionales restaurantes Mi Vaquita, El Toro Sentao y Doña Maruja, hoy desaparecidos”, relata Edwin Madero.
Agrega que: “Jorge López, mesero del Country Club, fue contratado para que los atendiera en ese remedo de palco, el primero de que se tenga conocimiento en la historia del Carnaval, frente al cual pasó la Batalla de Flores de ese año. Aunque no pusieron un aviso en la pared, sí lo hicieron en un pequeño cuadrado de cemento fresco donde todos estamparon su firma y su huella como acto de fundación, debajo del denominativo que mejor describía el aspecto del lugar: La Troja. No imaginaron nunca que hoy día haya miles de amantes de la salsa que se autodenominan trojeros y trojeras”.
“Es quizá el único lugar al que los de clase alta no temen ir y los de otros estratos sociales tienen como una de sus grandes aspiraciones lúdicas, porque es el sitio donde pueden codearse con políticos, empresarios, escritores, poetas, periodistas, gobernantes y catedráticos, sin que haya en el ambiente algún tipo de discriminación o segregación. Cualquier día uno puede estar al lado del alcalde Alejandro Char o del gobernador Eduardo Verano, de las diseñadoras Tina Newman y Judy Hazbún o del exalcalde de Bogotá Lucho Garzón”, explica Edwin.
“Pero como dice Héctor Lavoe, todo tiene su final”, apunta Edwin, parafraseando a su ídolo. “El 1 de julio de 1996, al cumplir treinta años de actividades, tuvimos que mudarnos por fuerza mayor, y nos despedimos de la 46 con un concierto que llamamos Primer Festival de Soneros, en el que actuaron Jairo Licazalle, Saulo Sánchez, Tico Stevenson, Jaime Pico Pico Villanueva y El Halcón, presentado por Rodolfo Espinoza Brugés”, dice.
Agrega que: “Enseguida, el 5 de julio, abrimos en la esquina de la carrera 44 con calle 74, presentando otro concierto con el Grupo Raíces, La Barriada y Son 5. Desde entonces hemos estado aquí, luchando por darles gusto a los amantes de la salsa. Aquí continuamos con las actividades de El Goce de lo nuestro, en época de precarnaval y carnaval, que comenzamos en la vieja sede. Consiste en darle espacio a los ritmos autóctonos, combinado con actividades académicas o talleres didácticos en los que han participado estudiosos como Cristóbal Díaz Ayala, cubano- puertorriqueño; Julio Oñate Martínez, Laurian Puerta, Erasmo Padilla, Édgard Rey Sinning, Jaime Abello Banfi y muchos coleccionistas que han contribuido a preservar nuestras raíces”.
También enfatiza que en la parte musical han estado Joe Arroyo, Los Corraleros de Majagual, el Sexteto Tabalá, Totó La Momposina, Aníbal Velásquez, Lisandro Mesa, Adolfo Echeverría y muchos más. “Lo hacemos para que esto no sea simplemente una fábrica de borrachos, como muchos otros sitios”, dice Madera.
La Troja cumplió 58 años de goce barranquillero y por esta han desfilado todos los cantantes colombianos del género salsa, y para los soneros extranjeros que llegan a la ciudad es de rigor la visita al lugar. Muchos de ellos han cantado sobre la pista de sus propias canciones. Lo testimonia la galería fotográfica. Durante muchos años se fue creando esa armónica atmósfera democrática que siempre ha identificado a La Troja.
 
			

 
							

 
                                