En las semanas finales del año, cuando el ritmo baja y la casa se llena de encuentros familiares, el cine y los documentales se convierten en un refugio ideal para compartir, recordar y también reflexionar. La Navidad y el cierre de calendario han inspirado historias que van más allá de los adornos y los villancicos, apelando a la nostalgia, la esperanza y los vínculos humanos. En ese ambiente, hay producciones que siguen vigentes y que, vistas hoy, dialogan con distintas generaciones.
Una de ellas es Mi pobre angelito, una película que se ha convertido en un ritual decembrino. Más allá de su humor físico y situaciones exageradas, la historia conecta por la manera en que retrata la soledad infantil en medio del ruido adulto. Kevin no solo se enfrenta a ladrones torpes; también aprende a valerse por sí mismo y a comprender el valor de la familia cuando la ausencia se vuelve real. Esa mezcla de comedia y sensibilidad explica por qué sigue funcionando año tras año.
Vista desde la distancia, la película también refleja una época específica del cine familiar, donde la inocencia y el ingenio eran suficientes para sostener una trama. En tiempos de pantallas múltiples y consumo rápido, volver a Mi pobre angelito es una invitación a detenerse, a reír sin prisa y a reconectar con esa Navidad más simple que muchos asocian con su infancia.
Otra historia que suele reaparecer en estas fechas es El expreso polar, una cinta animada que apuesta por la magia y la fe en lo invisible. La película sigue el viaje de un niño que duda de la existencia de Santa Claus, pero que, en el trayecto, descubre algo más profundo: la importancia de creer, no solo en personajes fantásticos, sino en las emociones que nos mueven. Su atmósfera invernal y su tono introspectivo la diferencian de otros relatos navideños.
Con los años, El expreso polar ha ganado una lectura más simbólica. No se trata únicamente de Navidad, sino del paso de la niñez a una etapa donde la incredulidad comienza a aparecer. Por eso, verla en familia permite conversaciones que van más allá de la pantalla, especialmente con niños y adolescentes que empiezan a cuestionar el mundo desde nuevas miradas.
En el terreno de la animación contemporánea, Klaus se ha consolidado como una de las propuestas más sensibles de los últimos tiempos. La película ofrece un origen distinto del mito de Santa Claus, construido desde la amistad, la empatía y el poder de los pequeños actos. Su narrativa, ambientada en un pueblo frío y dividido, demuestra cómo la bondad puede ser contagiosa incluso en los contextos más hostiles.
Además de su historia, Klaus destaca por su estilo visual, que combina técnicas tradicionales con una estética moderna. Ese cuidado artístico refuerza el mensaje central: la Navidad no es solo una fecha, sino una oportunidad para transformar realidades. Es una película que logra emocionar tanto a niños como a adultos, algo poco común y muy valioso en este tipo de producciones.
Para quienes prefieren el formato documental, The Holiday Movies That Made Us ofrece una mirada distinta a estas fechas. La serie explora cómo se crearon algunas de las películas navideñas más emblemáticas, revelando anécdotas, decisiones creativas y obstáculos que enfrentaron sus realizadores. Es un contenido que apela a la curiosidad y al amor por el cine.
Este tipo de documental funciona muy bien en el cierre de año porque invita a revisar no solo las películas, sino también la memoria colectiva que se ha construido alrededor de ellas. Al entender cómo nacieron esas historias que hoy parecen intocables, el espectador se acerca de otra manera a la Navidad, desde el reconocimiento del esfuerzo humano detrás de cada clásico que sigue encendiendo pantallas en diciembre.
