Aunque el ser humano puede llegar a soñar en varias ocasiones durante su etapa de reposo, la mayoría de esos sueños se desvanecen al despertar. La ciencia ha identificado varios factores neurobiológicos que explican por qué algunos sueños se graban en nuestra memoria mientras que otros se pierden.
Estudios de electroencefalografía (EEG) han demostrado que la actividad cerebral, especialmente en las regiones parietales y frontales, influye en la capacidad de recordar sueños. Durante el sueño REM, una mayor actividad en la banda theta (4–7 Hz) en la región frontal se asocia con una mayor probabilidad de recordar sueños al despertar
El hipocampo, esencial para la formación de recuerdos, muestra una conectividad reducida con otras áreas cerebrales durante el sueño, especialmente en la fase REM. Esta disminución en la coherencia de las ondas gamma entre el hipocampo y la corteza puede dificultar la consolidación de los sueños en la memoria a largo plazo.
Investigaciones recientes han identificado neuronas productoras de hormona concentradora de melanina (MCH) que se activan durante el sueño REM. Estas neuronas parecen desempeñar un papel en el olvido activo de información, incluyendo los contenidos de los sueños, al interferir con su almacenamiento en el hipocampo.
Los sueños durante el sueño NREM tienden a estar más relacionados con recuerdos episódicos recientes y son más coherentes, lo que facilita su recuerdo. En cambio, los sueños del sueño REM suelen ser más fragmentados y menos anclados en experiencias reales, lo que dificulta su retención.
La frecuencia con la que una persona recuerda sus sueños también puede depender de factores individuales como la actividad cerebral específica, la calidad del sueño y la predisposición genética. Por ejemplo, una mayor activación en las áreas parietales del cerebro se ha asociado con una mayor capacidad para recordar sueños.
Recordar o no un sueño no es simplemente cuestión de atención o interés; es el resultado de complejas interacciones neurobiológicas durante el sueño. La actividad cerebral, la conectividad entre regiones clave como el hipocampo y la corteza, y mecanismos activos de olvido desempeñan roles fundamentales en este proceso.